Por Mendy | @ngogejat

 

Cuando descubrí el K-pop por primera vez, tenía diez años. Este 2021 se cumple una década de mis comienzos, pero todavía recuerdo lo que sentí cuando vi mi primer vídeo musical. Era 2011, y la plataforma de medios sociales más importante era Facebook, con Youtube siguiéndole de cerca. En mis mensajes, un amigo de Internet de la zona me envió un enlace desconocido. 

 

“u don’t know about 2NE1? u have 2 watch this!! xD” 

 

El video musical «Ugly» de 2NE1 acababa de ser lanzado, el 27 de julio de 2011. Al hacer clic en el enlace sentí inmediatamente aquellas chispas que vi en la pantalla. Mientras Minzy rompía ventanas y CL lideraba al grupo para asaltar las calles de la ciudad, sus cantos apenados coincidían exactamente con lo que yo sentía. A esa edad, ya había interiorizado lo que debía ser una niña, o una mujer, americana, y yo, una niña china americana, simplemente no lo era. «Al igual que ella, quiero ser bonita. Creo que soy fea y nadie quiere amarme», cantaba 2NE1. Con 2NE1, me di cuenta de que no estaba sola y de que ya no tenía que acatar las percepciones blancas y occidentales, no sólo de la belleza, sino del ser.

 

Seguí avanzando por la madriguera de conejo, absolutamente cautivada por los colores brillantes, los sonidos divertidos del bubblegum pop, pero con la agudeza del vídeo musical animado de 2NE1 para «Hate You«.  ¿Qué había allí que no gustase? En una época en la que la única representación asiática centrada en la juventud que tenía era Mulán, el K-pop llenó ese vacío.   

 

Al año siguiente, me vi consumiendo rápidamente más contenido, creando almacenes mentales de bandas y nombres. Cansada de depender de los fansubs, también construí mi conocimiento de la cultura y el idioma llenando hojas y hojas con el alfabeto coreano, hangul. Al hacerlo, puede que sólo haya encontrado otro estándar al que atenerme, pero para una impresionable estudiante de secundaria, ¿de qué otra forma podría averiguar quién era y qué representaba?

 

Curiosamente, Internet también me había ofrecido un entorno seguro en el que podía aumentar mi interés. En Tumblr me hice amiga de otros fans que procedían tanto de la costa este como de la oeste de Estados Unidos, y de lugares tan lejanos como Indonesia. En mi instituto, la historia era muy diferente, mi fanatismo por la música se unió a la extranjería que suponía el K-pop. Durante mucho tiempo fue un interés considerado «raro», incluso por otros asiático-americanos de mi entorno, y a menudo lo sigue siendo hoy; cayó en la subcultura friki, como el anime, mientras que One Direction y Justin Bieber hacían furor entre mis amigos. 

 

Después BTS llegó a la escena principal. En ese momento yo estaba en la secundaria. Su ascenso fue meteórico y observé, desde su debut, como las comunidades de fans en línea a través de Tumblr, Twitter y Youtube hicieron el trabajo pesado para promover los constantes lanzamientos de la banda: «¿Hay algún ARMY aquí?» Ahora todo el mundo pronunciaba la palabra «K-pop». 

 

Aunque nunca se consideró » genial» disfrutarlo para la percepción occidental blanca media, el K-pop era ahora un elemento comúnmente aceptado entre los asiático-americanos de mi comunidad, y seguramente se estaba abriendo camino en la conciencia de todos. 

 

Donde más sentí el alcance del K-pop fue en una entrevista universitaria. Recuerdo perfectamente mi nivel de asombro cuando un ex alumno blanco de mediana edad recordó haber visto a «BTS» en algún programa de entrevistas diurnas estadounidense. Mientras su nombre salía de sus labios, pensé: ¿era esto lo que «significaba» triunfar? ¿Era esto a lo que habíamos aspirado, y a cuyo estándar todavía nos atenemos? ¿Era esto?

 

Con la globalización del K-pop también llega la necesaria consideración de sus intervenciones en los problemas sociales, específicamente la aceptación de la raza blanca. ¿Por qué el K-pop fue raro y extraño hasta que la América blanca decidió que no lo era? ¿Hasta que decidió que era lo suficientemente rentable como para adoptarlo? El K-Pop siempre estuvo disponible para consumir, pero se hace más evidente al cruzar estas fronteras hostiles y a medida que su público se vuelve más “blanco”.

 

Siempre estuvo allí para ser consumido, pero lo que lo hizo más evidente en su auge internacional fue la cosificación no sólo de los ídolos, sino de la cultura y la gente. En Estados Unidos siguen proliferando las caricaturas orientalistas de los asiáticos, por lo que me resultaba difícil conciliar eso con las nuevas y favorables críticas de los medios de comunicación estadounidenses al K-pop. 

 

Estos sentimientos no tardaron en mostrarse. Por muchos récords que batieran, vi cómo el K-pop seguía siendo considerado extranjero y «ajeno». Incluso los artistas más importantes seguían siendo irrespetados por presentadores ignorantes, famosos y esquemas de Hollywood. También dentro de las comunidades de fans, el discurso sobre los éxitos en occidente de BTS, que eclipsan los de otros grupos de K-pop o asiáticos, perpetúan la xenofobia y el imperialismo. sin ser suficiente, estas cuestiones no son nuevas para muchos fans de color, especialmente aquellos que son negros. 

 

En las comunidades fandom y en el propio K-pop abundan los problemas sistémicos de anti negridad, racismo y colorismo o estratificación por tono de piel. Desde la apropiación de las culturas sudasiáticas, latina, negra e indígena hasta el «doxxing» habitual de los fans de color, el K-pop y sus comunidades, desgraciadamente, se ven sometidos por la misma supremacía blanca que creó su necesidad. Es la misma supremacía blanca la que me llevó a sentirme tan perdida, para luego hallarme cuando me topé con 2NE1 hace tantos años. 

 

Esto no quita que el K-pop también movilice positivamente a un gran número de personas. Con su influencia, y gracias a muchos fans K-pop de color, hemos oído hablar de todo, desde fans que venden lo que usan sus adoradas celebridades por completo, rompiendo récords virtuales, hasta apoyando movimientos políticos y activismo.

 

Debemos estar claros en que no podemos dejar el cambio en manos de la industria K-pop solamente, al final del día, somos consumidores y tenemos que ser críticos al decidir qué consumir. Los Idols, la mayoría de las veces, también son productos.  But it has to be understood that we cannot solely rely on K-pop for change.  El dinero habla, y no es de extrañar que también oigamos o veamos a los artistas ser maltratados. No podemos confiar en que lo que consumimos nos dé poder. 

 

Además, es irresponsable interpretar el incremento de la visibilidad como cualquier tipo de justicia o verdadero poder, especialmente cuando la popularidad del K-pop y medios asiáticos no han mitigado los ataques anti asiáticos o parado el hecho de que las naciones occidentales restringieran el acceso a la vacuna COVID-19 de los países asiáticos y de otros países del Sur Global, causando un apartheid de vacunas efectivo y muertes innumerables. Esto, por supuesto, nunca fue el objetivo del K-pop, pero debería ser el nuestro. Aunque la industria del K-Pop ofrece una vía para muchos creativos asiáticos, tenemos que reconocer sus límites, las muchas barreras que existen en ella y a quiénes puede estar perjudicando. 

 

Tenemos que pensar en las razones fundamentales de donde surge nuestra pasión y amor por este género, ¿Por qué el K-pop nos hace sentir como lo hacemos, y de qué manera podemos trabajar con otros para crear lo que queremos ver? ¿Por qué nos gusta el K-Pop? Aunque nos encante ver a gente atractiva bailando y cantando, creo que otra parte es que también nos conmueve el modo en que han trabajado para lograr sus sueños y, en general, entendemos y amamos lo que puede resultar de creer y aprovechar el potencial creativo de diversos grupos de personas. Está en nosotros no dejar que se detenga ahí.   

 

Doy las gracias al K-pop por haberme guiado en este camino de autodescubrimiento y por haber aprendido y conectado con personas de todo el mundo, pero ya no confío sólo en él como empoderamiento. Nuestras identidades no pueden limitarse a lo que nos enorgullece consumir. El K-pop ha sido sólo una parte de mi viaje de aprendizaje sobre lo que significa ser asiático-americano, pero he encontrado más fundamentos en el trabajo y la investigación de los activistas de color antes de mí y los de hoy. 

En sólo una década muchos de nosotros hemos crecido y desarrollado conciencia política, así que el siguiente paso es ¿cómo podemos construir este mundo para nosotros, todos nosotros, en los siguientes diez años? Aquellos que se identifican con las luchas y la discriminación que sus ídolos han superado para alcanzar el éxito y, además, se sienten orgullosos de ello, debemos considerar qué estructuras existen que determinen qué y cómo estas pueden extenderse para seguir perjudicando y oprimiendo las poblaciones más vulnerables. Las lecciones que nos deja el K-pop deberían servirnos para crear un mundo donde todos —no sólo los más ricos, más poderosos y aquellos considerados más deseables— pueden llegar al éxito, ya sea de forma creativa o cualquier otra.